¿SOY YO MI PEOR ENEMIGA?

La pregunta de Carmen impactó en el aire, enmarcada por la sorpresa.

Carmen había listado su estrategia cuando se ponía a trabajar:

  • Me gusta mi trabajo: hago vídeos para empresas y particulares. Soy autónoma freelance y cuando tengo un encargo estoy muy contenta. Hago un plan de trabajo en el que reparto lo que tengo que hacer en una semana.

 

PERO

  • Cuando me pongo a trabajar, siento una gran ansiedad. Me levanto temprano para comenzar pronto y siempre encuentro excusas para posponer el trabajo. Decido poner una lavadora, o bajo a tomarme un café en la panadería de la esquina. Al sentarme de nuevo frente al ordenador para editar el vídeo, me entra hambre. Tengo que comprobar qué hay en la nevera y como indiscriminadamente lo que pille.
  • Empiezo la edición del vídeo y lo dejo. Recibo un Whatsapp y me entretengo en contestar y yo empiezo a enviar mensajes.
  • Llega la hora de comer y abandono. Por el resto del día, estoy agotada.
  • No consigo dormir bien, y pasan los días.

 

CON LA CONSECUENCIA DE QUE:

  • Cuando queda ya muy poco para la entrega del video editado, me instalo frente a la pantalla del ordenador y trabajo sin parar, día y noche. Acabo el encargo a tiempo, sí. Me felicitan incluso por el buen trabajo.

LA CONCLUSIÓN ES:

NO he disfrutado lo más mínimo de hacer el trabajo: Es el trabajo que siempre he querido hacer y lo vivo como si fuera obligado.

¿Soy yo mi peor enemiga?

Le explico que hay una posible razón que  cause su comportamiento:

La convicción de que no sabe, no puede o no merece.

Y que todo ello se deriva de no haber tenido apoyo emocional cuando era niña. De adulto se ha interiorizado el comportamiento de los cuidadores. No están físicamente, pero se usa el modelo de mundo que le ofrecieron a la niña. Es como si estuvieran dentro de Carmen, dictándole lo mal que lo hace, lo poco que vale, lo mal que le va a salir…

Se queda callada un rato, y luego me pregunta:

¿Cómo se cura eso?

Hay que retomar al niño interior. El niño interior es nuestra parte vulnerable, juguetona y creativa. No juzga, no critica, acepta a los demás, se ríe cuando se equivoca porque está aprendiendo, es creativo y fantasioso…

Pero si el niño vive con cuidadores que no han resuelto sus conflictos internos, va a vivir una realidad de dureza, menosprecio, odio y envidia.

¿La conclusión de una crianza así?

El mundo es hostil. Y yo no puedo enfrentarme a la vida sola. El amor está fuera y no lo voy a encontrar.

¿La solución?

  • Cambiar el concepto de sí mismo.
  • Recuperar y sanar al niño interior.
  • Despertar a la sensibilidad: deshacerse de la anestesia emocional.
  • Aprender a respetarse. Aprender a amar.
  • Aceptarse en la totalidad: para lo bueno y para los errores.
  • Asumir la responsabilidad de pensamientos, palabras y acciones.
  • Aprender a comprometerse y a cumplir los compromisos.

¿Por dónde se empieza?

Hay muchos caminos. Yo recomiendo empezar por hacer una lista de las malas escenas de la infancia. Ayuda recordar (sin emoción) los hechos.

El abuso emocional es invisible, porque no hay acciones. Es la energía que se le imprime a las palabras, el tono de voz y la postura corporal.

Así que es frecuente que no se recuerde. Se ha percibido y asumido como “normal”.  El odio, el menosprecio y la envidia de los cuidadores provoca respuestas de ira, miedo y tristeza en el niño. Como no tiene permiso de expresar lo que siente, esos sentimientos se quedan bloqueados en el interior y al convertirse en adulto, estallarán con fuerza por nimiedades.

Una vez se tiene la lista, hay que realizar el trabajo de expresar los sentimientos no expresados del pasado. Eso puede exigir la ayuda de un terapeuta. Es un camino pedregoso. Vale la pena recorrerlo, el final es estupendo. Pero el ir caminando se hace cuesta arriba.

¿Para qué hace falta volver al pasado?

Para poder soltarlo. Las emociones son como un resfriado. Hay que vivirlo, y al final desaparece. No se puede ignorar. Con las emociones pasa lo mismo: una vez se han expresado y se les ha dado un lugar, se “evaporan”.

¿Hay atajos?

No, hay que asumir lo que pasó.

PERO

Ayuda empezar una relación con el niño interior. Un escritor famoso, Isra Bravo, contó en una entrevista que él hablaba cada día con su niño interior. Y la vida le va muy bien.

Cuando te haces amiga de tu niña interior, te reconectas con una parte de gran sabiduría. La adulta tienes que asumir la responsabilidad de saber y poder (y buscar la ayuda para ello) y convencer a la niña interior de que ella merece.

Carmen se fue de la consulta contenta de tener deberes. Le gustaba la tarea de recuperar a su niña interior. Quería conocerla y saber cómo estaba.

Y yo me quedé pensando que, si llegamos a sanar a nuestra sociedad del abuso emocional infantil, habrá muchas más personas en paz y la guerra será imposible.